Andrea Liliana Sánchez es arquitecta de la Universidad Nacional con más de 17 años de experiencia en el sector público y privado. Ha trabajado con la Agencia para la Reincorporación y la Normalización (ARN), el Departamento Administrativo de la Defensoría del Espacio Público (DADEP), en el mantenimiento y manejo de los bienes inmuebles que son propiedad de Bogotá ; y desde hace seis años, con su empresa Lisah Arquitectura S.A.S., de la mano con la Secretaría de Cultura, en la intervención de teatros bajo el amparo de la Ley de Espectáculos Público (Ley LEP), la cual permite a estos espacios realizar intervenciones y adecuaciones para una mejora de su infraestructura.
En entrevista con el Consejo Profesional Nacional de Arquitectura y sus profesiones Auxiliares (CPNAA), la arquitecta Sánchez explicó la importancia de la ejecución de proyectos de carácter cultural en Bogotá y su impacto en la comunidad. También sobre lo indispensable que resulta que los profesionales de la arquitectura enfoquen sus proyectos y trabajos no solo en el diseño sino en la aplicabilidad de los espacios públicos.
¿De dónde nace la iniciativa de trabajar en la intervención de teatros en Bogotá y por qué es importante la implementación de estos proyectos en la construcción de la cultura bogotana?
Llego por una gran amiga que trabaja en la arquitectura teatral a la cual se vinculan varios teatros que necesitan ayuda y soporte para la intervención y mejoramiento, en razón de esto, entramos con la empresa (Lisah Arquitectura S.A.S.) a hacer todo el proceso para presentarse ante la Secretaría de la Cultura.
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La LEP nace para fortalecer toda la infraestructura cultural (…) es súper importante porque los teatros, no solo en Colombia sino en el mundo entero, trabajan con muy escasos recursos, salvo los teatros muy grandes que tienen grandes apoyos y son muy pocos (…). Eso significa que se instalan en infraestructuras viejas, que no cumplen con muchas de las normas y que además tampoco se adecuan, muchas veces, a los nuevos requerimientos que tiene para hacer sus funciones. Entonces, de la mano de profesionales que los puedan apoyar y ayudar para, dentro de esas misas infraestructuras, ellos pueden mejorar su quehacer y dar mejores posibilidades para los usuarios.
En el marco de la pandemia se ha propuesto el debate sobre la necesidad de replantearse los espacios públicos, ¿hacia dónde tienen que enfocarse esos cambios a la hora de intervenir o proyectar nuevos sitios culturales?
Creo que como todo se tiene que renovar y repensar, y estamos encaminados a que esto siga siendo una cuestión natural, que nos comuniquemos a través de internet y que todo sea una transmisión en vivo. Que la interacción con el público, que tanto aman por ejemplo las personas de teatro (…), se puedan reproducir por estos medios. Eso significa fortalecer toda la infraestructura tecnológica, más allá de luces y sonido, sí se necesita hacer una inversión fuerte en redes, sistemas y datos.
Por otro lado, no se puede pensar que sea un espacio para una sola función. Tiene que hacer un campo para el músico, para las danzas, que haya espacio para un monologo o para un teatro, digamos, de configuración normal, cosas por el estilo. ¿Para qué? Para que precisamente tenga mayores posibilidades de presentarse cualquier persona y no lo sesgue a un solo uso y así tenga mayor capacidad de funcionamiento.
Desde su experiencia, ¿cuáles son esos consejos que les puede dar a los arquitectos a la hora de crear proyectos culturales?
Se requiere que más allá del diseño, que es absolutamente estético y bello porque debe quedar así, haya una funcionalidad que debe cumplirse y eso es muy importante para el real uso de los espacios. Se requiere un rigor y una asesoría fuerte por parte de personas que sepan del tema para poder plantear los espacios escénicos, culturales, para cualquiera representación artística. (…) Porque al final los arquitectos nos vamos y dejamos la obra muy bella, pero el usuario final es quien realmente le va a dar vida a ese espacio y es el que va a disfrutar o no lo que nosotros les hayamos dejado. Yo me considero plenamente funcionalista en el sentido en que debe ser muy bello, pero debe ser muy funcional.
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La ciudad no tiene casi espacios culturales, (…) precisamente se ven ahogados ante la nueva normatividad y las nuevas cosas que les exigen. Es importante tratar de hacer una llamado para no flexibilizar, porque finalmente las normas están planteadas precisamente por seguridad, pero sí para mejorar la posibilidad de implementación de pequeños espacios (…). Los teatros pequeños y aún los teatros grandes se les dificulta bastante su implementación porque a veces son irrealizables. Entonces, sí se requiere un repensar esos temas para poder ir ajustándonos a la realidad.